jueves, 13 de enero de 2022

Luz de Posguerra

 Es un nuevo día y sólo quiero sentir cada partícula de oxígeno que entra a mis pulmones. 

A veces hay días que no sé qué estoy haciendo. ¡Qué va! Creo que casi todo el tiempo no lo sé. De alguna forma he salido ilesa de la guerra que me tocó vivir. No fue una guerra nuclear, no fue una guerra de trincheras, fue una guerra contra un bicho invisible que habitó o pudo habitar a cualquiera, incluso al ser más cercano a mi propia alma. Estos dos años (sí, dos años) nos pidieron alejarnos de lo que más amábamos, nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros hermanos, nuestros amantes, nuestros hijos, nuestros amigos... 

Y muchos perdimos nuestra propia libertad o aceptamos perderla para salvarnos o salvar a los que amamos. 

Creo que no tenemos idea de lo profundo que se nos ha metido en el corazón este bicho, incluso a los que hemos logrado librarlo. No tuve covid pero siento que de alguna forma quizás sí, el daño colateral prevalece en mi mente y esa especie de tic que ha quedado de temer al contacto humano sin trapos en la cara (por no decir cubre bocas). Y no puedo imaginar el parteaguas que esta guerra invisible fue para amigos que perdieron a sus padres o familiares, que perdieron su salud, que perdieron sus trabajos y otras oportunidades que se disolvieron conforme los semáforos cambiaban de amarillo a naranja a rojo. 

En medio de esta nueva tormenta parece inevitable aceptar que no queda de otra más que perder el miedo al bicho y seguir. Hemos llegado al tope de su invasión pero al menos parece ya no ser mortal. Y todos seguimos rezando al unísono, esperando que salgamos bien librados, esperando la calma finalmente, la calma después de esta tormenta. 

Esperando un abrazo sin trapos de toda la humanidad. 

Mañana daré mi primera clase en la Universidad que sentó las bases de mi vocación. Volveré ahora como maestra a esos pasillos que hace casi 15 años recorrí como una estudiante idealista. Mañana pasaré filtros sanitarios y sí, me pondré un trapo, pero eso no me quitará el sentimiento de sentirme realmente viva otra vez, viva al estar rodeada de las personas que tendrán nuestro futuro en las siguientes décadas y no de pantallas. No tengo miedo, pero no bajaré la guardia tampoco. Me siento muy afortunada de tener una oportunidad de aportar al mundo algo en medio de estos tiempos históricos. Espero poder hacer una pequeña diferencia, una diferencia que crezca en las manos y los corazones de mis estudiantes. 

Me senté a terminar de preparar mi primera clase y no pude evitar sentir una gran conmoción en mi corazón. Y tuve que volver a este espacio a dejarlo escrito. Porque esto es parte de mi historia y quiero recordar que estuve viva en la pandemia del siglo XXI. 

Gracias a todos los que han creído en mí, saben que siempre contarán conmigo. 

Seguimos aquí. Que este 2022 nos llene dé fuerza para recordar que somos implacables, que somos compasivos, que somos humanos.  

Pero sobre todo, somos amor. 

Mis oraciones están con ustedes, 

Laura

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