viernes, 12 de enero de 2018

El mundo y yo

Treinta años. 
Estoy en una habitación, pequeña. Mis cosas están por doquier, estoy empacando, saldré de viaje mañana. 

Y estoy llorando, escuchando su voz en mis audífonos, “and I can’t contain myself, I need to see your face… I thought we could fly away, I thought we could fix reality”. 

Pero no fue así.

Hace un cuatrimestre que retorné a Asia. No fue sencillo. Cada vez es más difícil volver a empezar, cada vez es más desgastante intentar, sonreír, adaptarse, hacer paso a los nuevos amigos sin olvidar a los que se han quedado en la distancia. Y no es que no me guste hacer nuevos amigos, es sólo que ya sé que tendré que dejarlos ir también.  

Y bueno, el seguir sola. Eso es lo más difícil. 

“Neta… esto se ha vuelto sumamente desgastante, tóxico y enfermo… Creo que es hora de avanzar”, me dijo. Otro más que no soportó el peso de los husos horarios y los cientos de kilómetros (Sin Bandera y sus cursilerías NO aplican en mi vida, para quienes entiendan la mención). 

Y siento cómo cada neurona en mi materia gris comienza a reventar, cómo cada partícula de mi alma explota, y cómo las lágrimas no parecen ser suficientes para amortiguar el paso del tiempo y el sabor ácido del rechazo. 

 Poco a poco, todo sigue perdiendo sentido, pero sigo aquí. 

Y cada día me disfrazo de quien espero ser algún día, intento dar lo mejor de mí. Aunque a veces no haya nadie con quien celebrar. Aunque a veces no haya nadie con quien llorar. Aunque a veces lo único que quede es esta ventana, este espacio virtual, que nos conecta con todo y con nada. 

Tengo estos sueños, donde estamos juntos. Corremos agarrados de la mano a través de paisajes de lugares que he visto y que espero ver, riendo como idiotas... Y tomo tu mano, como si no existiera nada más, porque no hay nada más. 

Pero sigo en esta habitación y no estás tú. 

Ni siquiera sé quién eres. 

Me doy cuenta de que yo sola me cerré a muchas personas desde que llegué aquí, quizás desde antes. Mis chaquetas mentales y el topar pared con la tercera década de mi vida me hicieron sentir que quizás estoy algo corrida para salir con lo que consideraba pubertos de cuarto de siglo. Quizás me equivoqué, pero ya nada me hace sentido. La poca gente de mi edad que he llegado a conocer y aún sigue soltera parece caer sin excepción en la categoría de forevers wannabe, hombres carentes de compromiso o interés por formar una familia, hombres que sólo quieren pasarla bien sin perder nada en el viaje. 

Esperé demasiado tiempo para tomar en serio mi vida. 
Quizás sólo exagero. 

Los años más maravillosos y difíciles de mi existencia definitivamente transcurrieron en el último lustro; son estos mismos años los que me volvieron este adefesio nómada y complejo que parece no encajar con el subconsciente colectivo. El mundo me envolvió y me sedujo, me contó sus historias, me enseñó sus paisajes, su gente… Y le agradezco todos sus regalos, todas sus enseñanzas, tanto amor, de tantas personas, personas de decenas de naciones que me enriquecieron con el poco o mucho tiempo que compartimos. 

Quizás hice un trueque con algún hechicero africano el 9 de enero del 2012 que tomé ese avión a Nigeria, recuerdo cómo lloré en el avión, pensando que mi vida cambiaría para siempre. Y así fue. 

Sé que llegará el día en el que entienda porqué mi vida resultó así, el día en que le cuente a mis nietos sobre como su abuela vio el mundo y entendió que somos pequeños suspiros del universo. Y les mostraré fotos, y les pondré videos… formatos que en 30 años parecerán obsoletos. Pero sé que lo haré. Y espero que piensen que su abuela es poca madre, ha ha ha... 

Al final, sólo nos tenemos a nosotros mismos y, aunque espero algún día poder recordar cómo tú y yo corrimos tomados de la mano a través del mundo, ahora puedo recordar cómo lo hice yo. Y es algo que no puedo explicar. Mi vida ha sido maravillosa dentro de su condición. 

Todos tenemos nuestra propia historia. 
Sigamos escribiendo porque el lienzo es infinito… 

No sé cómo terminar esto, 
Quizás sea porque apenas está comenzando… 


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