Y así nomás, decidí no volverte a hablar nunca.
Pensé en bloquearte de todas mis redes sociales, en volver a intentar llamarte para despedirme "propiamente" de ti, en cómo reivindicar mi posición y ofrecerte una negociación para extender la fecha de caducidad de nuestra relación.
Quizás fue eso, el concepto de "fecha de caducidad".
"Estoy en el metro," me diste como excusa para no tomar mi llamada. Una llamada que realicé desde 13 husos horarios.
De pronto ya no me importa volver a hablar contigo... tanto que hasta el acto de bloquearte de todo me pareció algo que no ameritaba mi tiempo. Suena horrible, lo sé. Quizá es porque verdaderamente creo que una parte de mi corazón dejó de bombear sangre, murió.
Pero sigo viva.
Pensé que quizás eras tú, lo pensé por un número considerable de meses, de días, de horas. Imaginé una y otra vez el día en que te volvería a ver. Planeé nuestro futuro y vislumbre nuestra familia. Hice todo lo cursi que una mujer podría hacer.
Siento cómo sigue muriendo esa porción de músculo y de mi amígdala cerebral, conectados en un dolor físico y mental.
Cada vez que me rindo, cada lágrima, cada neurona, cada célula... Empiezo a cansarme auténticamente de este juego pendejo de buscar el amor. Veo a la gente que lo ha encontrado y no comprendo cómo lo hicieron, he olvidado lo que se siente saber que una es el mundo para alguien más. Sinceramente, no recuerdo lo que es el amor de verdad y empiezo a pensar que quizás es algo que no existe para mí.
Jamás pensé que realmente creería algo así.
De pronto tampoco pude escribir.
Nadie muere de desamor, esa es otra cosa que aprendí. Quince años de estos dramas, de estas luchas sin sentido, de este desgaste continuo de amor no correspondido, de amor vacío.
Veo a quienes lo encontraron y los felicito.
Me compré un pequeño conejo de peluche y lo llamé Bunny. Pensé que al menos eso me haría sentir menos sola en este dormitorio. A veces platico con él, entro a mi cuarto y le digo cómo me fue. ¿Soy acaso patética? Pero Bunny siempre me ve sonriente, con sus ojitos negros, con sus orejitas de felpa.
De pronto no me apeteció hablar más, no vi sentido en responderte, en darte gusto en recibir más de mi atención. Yo me fui de tu mundo y no sé si volveré. Fue liberador y escalofriante darme cuenta de que puedo desaparecer, así nada más, un par de click en mis redes sociales y tú no me volverás a encontrar. No tienes ya mi número, no tienes nada más. Quizás mi correo, que seguramente también puedo configurar. Vivir en el Gigante Asiático me hace invisible. Basta con apagar mi VPN... el occidente se desvanece y sólo me queda esto, mi vida en la universidad y mi futuro, lo único que en realidad puedo controlar.
Quise creerte cuando dijiste que me amabas, igual que muchos otros hombres en distintos continentes, en distintos momentos, en distintos idiomas... Las promesas de amor son iguales en todo el globo, lo sé porque lo viví. Tú no fuiste la excepción. No te creo más.
Y cómo le pedí a Buda en alguna montaña de Tailandia que me diera la oportunidad de estudiar mi maestría en Shanghai, hoy le pido al universo que me enseñe a amar más y a ser paciente. Le pido que me permita encontrar a la persona que me amará de verdad y verá más allá de mi locura y de mis vicios, al ser humano que pueda ver lo frágil que soy, sin importar lo fuerte que aparente ser.
Mi vida ha sido maravillosa, he visto tantas cosas que no sé cómo agradecer a Dios por la oportunidad de haber conocido a cada persona que hizo posible que llegara aquí o allá.
También le agradezco haberte puesto a ti en vida, sea como sea, fue hermoso conocerte.
Siento como mi alma se deshace mientras te dejo ir... mientras intento resignarme a volver a empezar.
Hubiera sido maravilloso que nuestras promesas no se perdieran en el viento, en el tiempo, en los husos horarios y en la distancia. Hay gente que logra romper esas barreras y amarse sin límites...
Quizás es sólo que yo no valgo la pena para nadie. Estoy demasiado dañada y no tengo ya la promesa de garantía ilimitada. Así que recojo los pedazos de mi corazón en el departamento de devoluciones, con la intención de pegarlos con algún químico orgánico. Guardaré la esperanza de que algún hipster millennial encuentre mi alma refurbished interesante y quiera invertir en ella.
Espero poder recordar lo que es saberse amada.
Sino... al menos sé que viví intensamente y me aventé al vacío sin temor en más de una ocasión. No me arrepiento de nada, no me arrepentiré jamás.
Te dejo mis correos, mis cartas de amor y las estrofas de esa vieja canción.
Que te vaya bien,
Que te vaya mejor.
Si eres inteligente encontrarás esto y sabrás que es mi último adiós.
Hasta pronto, mi amor.
Chulita, bonita, mi amor, mi vida...
y todos los apodos que me pudiste dar.
Pensé en bloquearte de todas mis redes sociales, en volver a intentar llamarte para despedirme "propiamente" de ti, en cómo reivindicar mi posición y ofrecerte una negociación para extender la fecha de caducidad de nuestra relación.
Quizás fue eso, el concepto de "fecha de caducidad".
"Estoy en el metro," me diste como excusa para no tomar mi llamada. Una llamada que realicé desde 13 husos horarios.
De pronto ya no me importa volver a hablar contigo... tanto que hasta el acto de bloquearte de todo me pareció algo que no ameritaba mi tiempo. Suena horrible, lo sé. Quizá es porque verdaderamente creo que una parte de mi corazón dejó de bombear sangre, murió.
Pero sigo viva.
Pensé que quizás eras tú, lo pensé por un número considerable de meses, de días, de horas. Imaginé una y otra vez el día en que te volvería a ver. Planeé nuestro futuro y vislumbre nuestra familia. Hice todo lo cursi que una mujer podría hacer.
Siento cómo sigue muriendo esa porción de músculo y de mi amígdala cerebral, conectados en un dolor físico y mental.
Cada vez que me rindo, cada lágrima, cada neurona, cada célula... Empiezo a cansarme auténticamente de este juego pendejo de buscar el amor. Veo a la gente que lo ha encontrado y no comprendo cómo lo hicieron, he olvidado lo que se siente saber que una es el mundo para alguien más. Sinceramente, no recuerdo lo que es el amor de verdad y empiezo a pensar que quizás es algo que no existe para mí.
Jamás pensé que realmente creería algo así.
De pronto tampoco pude escribir.
Nadie muere de desamor, esa es otra cosa que aprendí. Quince años de estos dramas, de estas luchas sin sentido, de este desgaste continuo de amor no correspondido, de amor vacío.
Veo a quienes lo encontraron y los felicito.
Me compré un pequeño conejo de peluche y lo llamé Bunny. Pensé que al menos eso me haría sentir menos sola en este dormitorio. A veces platico con él, entro a mi cuarto y le digo cómo me fue. ¿Soy acaso patética? Pero Bunny siempre me ve sonriente, con sus ojitos negros, con sus orejitas de felpa.
De pronto no me apeteció hablar más, no vi sentido en responderte, en darte gusto en recibir más de mi atención. Yo me fui de tu mundo y no sé si volveré. Fue liberador y escalofriante darme cuenta de que puedo desaparecer, así nada más, un par de click en mis redes sociales y tú no me volverás a encontrar. No tienes ya mi número, no tienes nada más. Quizás mi correo, que seguramente también puedo configurar. Vivir en el Gigante Asiático me hace invisible. Basta con apagar mi VPN... el occidente se desvanece y sólo me queda esto, mi vida en la universidad y mi futuro, lo único que en realidad puedo controlar.
Quise creerte cuando dijiste que me amabas, igual que muchos otros hombres en distintos continentes, en distintos momentos, en distintos idiomas... Las promesas de amor son iguales en todo el globo, lo sé porque lo viví. Tú no fuiste la excepción. No te creo más.
Y cómo le pedí a Buda en alguna montaña de Tailandia que me diera la oportunidad de estudiar mi maestría en Shanghai, hoy le pido al universo que me enseñe a amar más y a ser paciente. Le pido que me permita encontrar a la persona que me amará de verdad y verá más allá de mi locura y de mis vicios, al ser humano que pueda ver lo frágil que soy, sin importar lo fuerte que aparente ser.
Mi vida ha sido maravillosa, he visto tantas cosas que no sé cómo agradecer a Dios por la oportunidad de haber conocido a cada persona que hizo posible que llegara aquí o allá.
También le agradezco haberte puesto a ti en vida, sea como sea, fue hermoso conocerte.
Siento como mi alma se deshace mientras te dejo ir... mientras intento resignarme a volver a empezar.
Hubiera sido maravilloso que nuestras promesas no se perdieran en el viento, en el tiempo, en los husos horarios y en la distancia. Hay gente que logra romper esas barreras y amarse sin límites...
Quizás es sólo que yo no valgo la pena para nadie. Estoy demasiado dañada y no tengo ya la promesa de garantía ilimitada. Así que recojo los pedazos de mi corazón en el departamento de devoluciones, con la intención de pegarlos con algún químico orgánico. Guardaré la esperanza de que algún hipster millennial encuentre mi alma refurbished interesante y quiera invertir en ella.
Espero poder recordar lo que es saberse amada.
Sino... al menos sé que viví intensamente y me aventé al vacío sin temor en más de una ocasión. No me arrepiento de nada, no me arrepentiré jamás.
Te dejo mis correos, mis cartas de amor y las estrofas de esa vieja canción.
Que te vaya bien,
Que te vaya mejor.
Si eres inteligente encontrarás esto y sabrás que es mi último adiós.
Hasta pronto, mi amor.
Chulita, bonita, mi amor, mi vida...
y todos los apodos que me pudiste dar.