miércoles, 26 de marzo de 2014

El movimiento y el cambio estático (AEN)

23 de noviembre de 2015

En medio de la nada, lejos de todo lo que conozco, no tengo idea de dónde estoy exactamente. Sólo sé que el autobús sigue en movimiento, en algún punto entre Rajasthan y Gujarat.

Y aquí, recostada en el compartimiento que se me asignó --porque en India los camiones pueden tener camas en lugar de asientos--en medio de gente que poco o nada me entiende--porque no hablo hindi y el inglés de ellos no es muy fluido (si es que saben)--me encuentro pensando en él. Cuando decidí salir del país para darle algún sentido extravagante a mi vida, no pensé que me encontraría pensando en él. No de esta forma. 

Me he dado cuenta de cómo el amor y los juegos mentales que éste involucra son iguales en todo el mundo. La gente parece no poder vivir sin un poco de drama en sus vidas. Claro, siempre hay quienes son más prácticos que otros, pero al final, hasta los que se dicen inmunes al drama tienen sus problemas también. 

Yo no soy la excepción. 

Y entonces veo sus ojos, sonrientes como siempre. Me imagino que está aquí, recostado junto a mi, abrazándome. 

Y yo lo estrujo como antes. 

Nos contamos secretos, de cuánto nos extrañamos, de lo que no dijimos, de lo que fingimos, de aquella vez que nos tomamos la mano en el cine, de cuando nos gritamos en medio del pasillo de la facultad, de su madre, de mis demonios, de nuestro amor, de lo que se perdió, de lo podríamos recuperar. Y él toma mi mano otra vez, nos metemos en nuestra burbuja narcótica... 

Una vez más. 

Estoy sola. 
En medio de la nada.
¿Él?
No lo sé. 
No hemos hablado en meses.

Cada quien siguió su vida. 
Extraños, ajenos, perdidos, fugaces, olvidados, fuertes, obstinados, orgullosos, nostálgicos, cobardes, soñadores, independientes, ignorantes, frágiles...
Solos.

Y aún así, en mi soledad, él me persigue. Lo siento aquí junto a mi, dentro de mí. Será que cada amor nos marca a su manera. Años de todo aquello y aún lo recuerdo con cada referencia a Woody Allen y cada canción de Athlete, incluso con las que no escuchamos juntos, la que sonaron después de dejarnos, después de la tormenta, durante la calma, calma que en realidad nunca llegó.

Pensé en escribirle una carta... 
Nadie hace esas cosas ya.
Y escribí muchos correos. 
Nunca envié ninguno.

Si pudiera volver, no movería nada, cada recuerdo lo dejaría intacto.

Si pudiera verte, probablemente no diría nada. Tendría miedo de decir cualquier cosa que te alejara otra vez.

Si puediera ver el brillo de tus ojos, como cuando me mirabas años atrás, antes del caos y de mi realidad... 
Pero tus ojos no brillaron la última vez, no somos los mismos que fuimos y esos tiempos quedaron atrás. 

El cambio fluye como el aire a través de mi ventana semiabierta; 
a veces nos enfría, 
a veces nos refresca, 
a veces nos avienta, 
nos aleja, 
nos apaga, 
nos levanta. 

Cerré los ojos. Lo vi de nuevo, frente a mí, sonriendo tal cual lo hizo antes de besarme por primera vez. 

Pero no hubo más besos.
No habrá más. 

Y dicen que uno viene a la India a encontrarse a uno mismo. Hasta Steve Jobs se unió al clan. Yo no sé si el hecho de ser unos ignorantes en medio de templos y rituales hinduistas nos haga encontrarnos. Lo dudo. Y he leído y preguntado, para ser menos ignorante, pero no hay fórmulas para descubrir quiénes somos y claramente fingirse hinduista --porque uno no va a adquirir una fe ciega en dioses cuyos nombres son por momentos casi imposibles de pronunciar correctamente-- no va a llevarnos a ningún lado. 

Tampoco creo que ver la pobreza en la que vive la gente nos haga transformarnos.-Además de que lo que he visto aquí  no es algo muy lejano a lo que he visto en mi propio país. Salvo las vacas, que andan libres por doquier, estas cosas se escuentran fácilmente en México. 

Quizás hasta las vacas. 

Sólo hay que salir un poco de nuestra zona de confort, probablemente ni siquiera hay que dejar la capital.

¿Quieren encontrarse en un lugar ajeno y entre algún dialecto extraño? 
Hay muchos poblados en México, en dónde aún la gente viste ropas típicas y habla sus propias lenguas ancestrales, en donde te acogen y te arropan, te enseñan y te nutren...

Yo no vine aquí a encontrarme con Shiva o Ganesh. Mucho menos a intentar cambiar un país que tiene más de un billón de habitantes...

Solo vine aquí a perderme entre la gente, a escuchar otra atmósfera, a sentirme libre, a absorver otra realidad. 

Pero uno nunca puede escapar de uno mismo. 
La libertad empieza desde adentro y para eso no hay que moverse un centímetro. 

Y dentro de mí, sigo en espera del encuentro con mi voz interior, aún no sé qué decidiré, pero los murmullos empiezan a resonar.