Si pudiera resumir mi historia en una palabra... probablemente sería “amé”. Si fuera más precisa, sería “lo amé”. Y es que estos últimos años, porque este relato gira principalmente en torno a ellos, él ha prevalecido. Distante, cercano, dentro, fuera, lejos, casi perdido; pero no del todo, no aún.
Lo conocí en una plaza, una de esas a las que vas con las amigas a dar la vuelta, babosear frente a los aparadores, probarte ropa y fingir que llevarás toda la tienda, aunque no tengas un peso que gastar. Esta vez había una causa especial para ir e incluso un poco de dinero, íbamos a comprar unas playeras para después mandarles imprimir un motivo de esos que uno cree simboliza una amistad verdadera, eterna. Ahora sé que esas cosas son necedades, la amistad no se define por un dije de best friends, un pacto de sangre, un grupo exclusivo en Facebook y mucho menos por un trozo de tela. Aunque admito que aún la tengo en el clóset, incluso la usé en la universidad, años después.
Estaba en el probador, midiéndome la prenda, mientras pensaba en un compañero de la universidad, habíamos ido al cine ese día, él y yo... y, bueno, otros seis colegas más -sí, “colegas”, suena muy propio, pero pueden también llamarse así.- Cuando recuerdo esos tiempos en los que era una estudiante llena de vida y de sueños sin definir, no puedo evitar sonreírme. Hoy estoy en éste cubículo, cuadrado, donde creo que mis fantasías han quedado atrapadas, casi muertas.
Pensaba en él. Me había dado la mano ese día, durante la proyección, y me sentía algo tonta por emocionarme así, a los 19 años, de que alguien me tomara la mano. Supongo que esos gestos de amor siempre nos hacen sentir un hueco en el estómago, un hueco que se hace al entrar a una burbuja narcótica de expectativa, adrenalina, en donde el ¿qué pasará? te hace olvidar la película, te hace bloquear cualquier sonido ajeno a la voz de la persona que se encuentra contigo, dentro de la burbuja, compartiendo un momento efímero y breve. Y como cualquier burbuja, revienta rápido. Los créditos de la cinta corren, todos se levantan, él suelta tu mano y todo se restablece, como si nada hubiese pasado. Uno no quiere que los demás se enteren de aquel acto atrevido, es bien sabido que las burlas de los compañeros son inevitables en los casos en que esta información romántica y privada es revelada.
Y mi mente seguía en él, en sus manos suaves y sus bromas. Me quedó la talla mediana, at last! Me vestí y salí del probador. Ari y yo fuimos a la caja. Nos encontramos con Alicia y Ana. Las saludamos. Y ahí, en ese momento, lo conocí. Jamás pensé que ese día afectaría los siguientes años de mi vida y, lo peor, nunca imaginé que ese inofensivo hombre, hasta ese momento, definiría aspectos de mi persona, me haría llorar, me haría reír, me haría pensar, me haría escribir, me haría, hasta cierto punto, vivir permanentemente en la burbuja narcótica descrita anteriormente. Pero viviría sola, esperando en vano a que reventara o reviente. Creo que aún sigo ahí... Dentro.
Extendió su mano y se acercó para darme un beso en la mejilla. Yo lo saludé sin inmutarme. Viniendo él con Alicia, quien lo presentó, era obvio que se traían algo. Así que por ese momento él parecía propiedad de ella. Me volteé y fui con Ari a la caja. Mientras hablaba con ella sobre cómo pagaríamos, volví la mirada, quizás porque sentí la suya, y lo descubrí husmeando en un lote de rebajas; pero sí, me estaba viendo y yo lo vi de regreso, dando pauta al inicio de una complicidad que perduraría más allá de lo que ambos pudimos pensar en ese momento.
Ohhhh, que inspirador, ya quiero ver tu próxima entrada. Sigue escribiendo (:
ResponderEliminarPues ya está :D ¿La has leído, pequeño Gommo? Te quiero. Ojalá al menos con esto te haga leer un poco, jejeje... algo que no sean encargos escolares :D
EliminarMe gustooo la historia!!! queremos más!! =D
ResponderEliminar¡Gracias! Vamos a seguirle dando y a crear esta historia, estos personajes, a darle vuelo a la hilacha y a la imaginación :D
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