miércoles, 27 de noviembre de 2013

Lo extraordinario, lo cotidiano y nosotros

No sé qué es lo que estaba pensando cuando dudé sobre lo que sentía por ti...

Sé que el tiempo vuelve nuestras vidas un devenir imperceptible y monótono, una constante rutina que va desde el despertador en la mañana hasta el aroma de las sábanas a media noche.  
Pasan los días y, enmohecidos en nuestra cotidianidad, no nos percatamos de lo que ha ocurrido, lo que hemos aprendido, lo que hemos crecido, lo que hemos llorado, lo que hemos reído, lo que hemos incorporado a nuestro espíritu y a quien somos. Transitamos por el tiempo, preocupados por miniedades y pequeñeces, estupideces como algún chisme en la oficina o las calorías en la comida, sin ver lo maravillosa y entrañable que es nuestra existencia; lo peculiar que es observar a gente en la calle, en el metro, en el tránsito... 

Pequeños milagros cotidianos como una sonrisa o un café endulzado con palabras, sus palabras, tus palabras. 

Hemos estado juntos desde lo que me parece toda una vida. Estos años me han parecido fugaces y sigo sin entender en que momento reuniste el valor para amarme a lo largo de este tiempo, pese a todo lo que ha ocurrido y las necedades a las que me he aferrado una y otra vez

Tú sigues aquí, sin importar donde esté, no me has dejado. 
Me he ido.
He regresado.
Me he vuelto a ir.
Y aún no sé si regresaré... 

Desde tres continentes te he llamado, en diferentes horarios, en distintos contextos. 
Siempre has contestado. 
Incondicional.
Eres la constante,
la seguridad,
la certeza... 

Y nunca me he sentido sola pese a la distancia, te llevo conmigo, amarrado a mis recuerdos y a lo que es en realidad mi hogar ahora: tú.
Sin darme cuenta cómo, eres mi pasado, mi presente y mi futuro. 

Esta noche, que te veo en esta pantalla fría y distante, siento que te tengo aquí, junto a mí, percibo el calor de tus ojos y la dulzura de tus labios. Puedo incluso oler tu sudor. 

Nunca he sido alguien de pocas palabras. Menos alguien práctica. Siempre, de una u otra forma, complico mi vida un poco más; como quien no puede conformarse con la rutina de la vida adulta estilo godinez, la seguridad Godínez, el confort del empleado de nómina, de la esposa inmaculada, de la hija de papi. 

No puedo, creo que nunca podré.

Me he ido lejos por segunda vez. Y sigues ahí, aquí... Esperando por mí. Me da miedo creer que alguien pueda amarme así, no me siento digna de tal gesto, de tal milagro. 
Y nadie lo cree... 
Pocos entienden que esto pueda existir. 
Por momentos ni yo lo creo. 

Sin embargo, siempre logras manterme tuya, cautiva en tus brazos intangibles. 
No puedo sentirme yo misma en otros. 
Ya no. 

Te amo. 
Más de lo que amado antes o lo que creí posible... 
No estoy contigo, estoy en ti; y estando del otro lado del mundo, absorbiendo la cotidianidad de lo desconocido y exótico para mí, me he descubierto extrañando el devenir ya no tan gris de mis días en México. La persistencia en mi subconsciente y consciente de la rutina de tus manos largas y tus ojos intensos. 

Al final... lo más fortuito de esta experiencia internacional y extravagante es que, irónicamente, sólo enmarca lo inolvidable que has sido para mí. Lo único y especial que en realidad eres.

Y lo cotidiano es lo extraordinario.

Hace varios años te dije que sí. 
Jamás imaginé todo lo que pasaría en los meses por venir, pero todo pasó y sigue pasando. 

Creo que este tiempo no es nada comparado con lo que nos resta. 

Por primera vez en mi vida siento la certeza de que he terminado mi búsqueda. 
Gracias por encontrarme.  

miércoles, 25 de septiembre de 2013

El Lobo y la Barbie (AEN)

30 de noviembre de 2007

Sucedió en una sala de cine.

Estaban sentados al final de la fila, ninguno de los dos era aficionado de dichas butacas poco estratégicas, en donde no se aprecia a la perfección "el cuadro" (como le dicen ellos) y, aún peor, puedes terminar con tortícolis.

¿Por qué se sentaron ahí?
Por mera atracción.

Aunque estudiaban juntos, nunca se habían visto, por lo menos no mutuamente. Entre 168 alumnos de nuevo ingreso, seis meses pueden no ser suficientes para conocer a todos. 

Para su buena fortuna, o eso creían -porque cosas inusitadas y frustrantes ocuparon su relación años después- tenían un amigo en común, Enrique, mejor conocido como Quique, quien decidió organizar una salida al cine por motivo de concluir todos su primer semestre. 

¿Qué les digo de esta comitiva? No mucho, quizás. Un conglomerado de ocho adultos prematuros (o adolescentes tardíos) unidos, entre otras cosas, por su alto rendimiento académico. De todos, Lucía iba a la delantera, por centésimas, cuestión que si me lo preguntan la hace más risible que respetable. Es considerada una ñoña obsesiva, por lo menos por mí, y siendo yo un narrador omnisciente--básicamente Dios en este humilde pero glorioso relato--podemos tomar mi opinión como suprema y objetiva.

¿En qué estaba? Ah si, los geeks tórtolos. Pues casual o no, estos dos jóvenes terminaron sentados juntos al final de la fila, en lo oscurito, en lo privado, mejor rincón cliché no pudieron asignarles.

La proyección inició, junto con una pila de pensamientos, susurros y miradas desviadas de la pantalla, detalles todos que componen el típico coqueteo de aquellos que van en la secundaria. 

Me sorprende descubrirme nervioso y excitado por estar sentado junto a esta niña. Me sorprenden más el par de comentarios acertados que ha hecho hasta ahora. Viniendo de alguien que combina sus zapatos con su bolsa y lentes, no esperaba algo así. Estaba preparado para algo como el actor está buenísimo o se ve súper falsa esa explosión.

Sí, sueno clasista, pero gente de este tipo de facha no dice cosas muy interesantes para mí, alguien que sabe los orígenes y tendencias visuales del director de la cinta o la trayectoria artística completa del actor "buenísimo".

Y no me siento mal por cualquier Barbie Condechi que se ofenda.
No soy un tipo de Barbies.

De cualquier forma, esta Barbie en específico no siempre viste así, quizás por eso sea excepcional su conversación, no es una Barbie en realidad. 

Cuando la vi hoy, admito que llamó mi atención de entrada, sobre todo cuando me sonrió. El sexo femenino no suele sonreírme, a excepción de mi madre. Atribuyo su gesto a que vengo de traje y me peiné para atrás. Uno puede ganar mucho si se viste "decente". Hoy presenté examen final, una exposición, y tuve que disfrazarme de niño bien o, más bien: oficinista.

Ella ya me había visto antes, sólo que no lo recordó porque me vio en mis fachas casuales, en mi verdadero yo: jeans gastados (que no es lo mismo que sucios), Convers y playeras con motivos desde Los Muppets hasta el último Coachella. Si no saben qué es Coachella, deberían dejar de leer esto. Por favor.

Googléenlo.
No finjan que saben si la verdad no. Y me choca la gente que finge saber y no sabe ni madres...

En fin, nadie toma en serio a un tipo así, tan "fodongo" según varios de mis familiares, por lo menos no a primera vista (eso y que hago comentarios directos y quizás impertinentes como el arriba citado). Sé que, si me vio, pasé simplemente a formar parte de su subconsciente.

A mí eso en realidad me vale, me gusta estar solo.

Soy como el Lobo Estepario de Herman Hesse. También pueden Googlear eso. Me gusta explicarlo así, siempre suena mejor a: "soy un antisocial, huraño y cínico".

En fin, como les decía, ella ya me había visto y yo a ella, porque es amiga de Quique. La primera vez, pensé que era ñoña, aburrida y hasta fea, la verdad. Estábamos en la fila de las copias y llevaba un atuendo que la hacia parecer una maestra solterona, de esas que te hacen reír y llorar sincrónicamente...

...Con decirles que traía unos zapatos parecidos a los de Mafalda o, más fácil, a los de mi abuela... No soy un tipo de Barbies, pero hay límites.

Gran sorpresa me llevé semanas después, cuando la encontré con el cabello suelto, maquillaje y blusa escotada sin caer en lo indecente. Le daba un aire a Michelle Williams... Tarde dos minutos en reconocerla.
Juro que fue radical el cambio.

El día que definitivamente logró ganarse su lugar en mi lista de posibles conquistas (sí, hasta alguien como yo tiene una) fue aquél en que la vi con una playera de Batman, pegada. No, no fue que marcara sus curvas (bueno, sí un poco), sino que el enmascarado nocturno es de mis héroes favoritos, principalmente después de la serie de Christopher Nolan (sí saben quién es él, ¿verdad..? ¿Memento?). Eso y sus Convers la hicieron ganarse su lugar.

No sabía que Quique la había invitado, aunque no debió sorprenderme, si siempre andan como chicles.

Hoy viene como cualquier niña fresa de la universidad, se ve bien, una chica con tacones se ve sexy, aunque para mí es más sexy la sonrisa que me echó. La verdad no me esperaba una reacción así y lo tomé como una propuesta para sentarme a su lado. 

Llevamos aquí un rato ya... Ella ha hecho un par de comentarios respecto al guión y a la cinematografía.

Que una mujer diga en la misma frase telefoto y Macguffin es suficiente para que alguien como yo descuide la proyección para rectificar que la aliteración salió de sus labios. Unos labios bastante apetecibles.

Probé un poco el terreno y le hice un par de bromas que relacionaban el parecido de los arquetipos de los personajes con compañeros de la escuela o maestros. Ya sé, nada original. Para mi sorpresa, ella rió en cada broma, sin fallar. Incluso agregó de su cosecha buenos hallazgos. 

Me perturba que mi atracción por ella aumenta cada vez más.  

Durante los últimos 10 minutos he intentando reunir el valor para rozar su mano con la mía. El problema es que tiene ambas en la cara, la mujercita decidió sentarse con la cabeza apoyada en las manos, mientras sus codos descansan sobre sus piernas. Mi esperanza es que nadie puede quedarse en esa posición incómoda tanto tiempo. 

Y tenía razón, porque se movió. Ahora está cruzando los brazos y su mano derecha está a mi alcance. Crucé los brazos también. Mi mano izquierda quedó muy cerca de ella.

     -Ten valor, cabrón- me dije en mis adentros.

¡Pum!

Movió ella primero el dedo y acarició frágilmente mi mano, no sé si fue un error, pero me dio pauta para regresarle el gesto. 

Una guerrilla cautelosa y discreta de piquetes de índices, anulares y hasta meñiques inició y, entonces, no sé cómo, un impulso de estupidez o coraje me hizo darle la mano, aún con los brazos cruzados. 

Y ella no la quitó.
¡A güevo!

Acaricié entonces su mano y me di cuenta que era pequeña y suave, uñas cortas. Me animé a acercarme más a ella y me recorrí lo más que pude en el asiento.  En cualquier otra cita habría quitado el descansabrazos para abrazarla y ya saben el protocolo, pero esto no era en realidad una cita, además de que cerca de una decena de compañeros-ya sé que no son tantos, pero me lo parecen- notarían el cursi y comprometedor gesto. Más viniendo de mí.

Me conformé con acercarme a su oído y decirle:
      -¿Me das de tu refresco?- Ya sé... qué imbécil. 

Soltó mi mano y me pasó su vaso. Tomé un poco.
Era Coca Light.
Me purga la Coca y más de dieta. Barbies...

Le devolví el vaso y ella lo puso en su sitio, pero no volvió a cruzar los brazos para darme la señal de tomar su mano nuevamente.

Pensé en darle la mano por debajo del descansabrazos, pero no sabía si me verían.

     -¡Vas cabrón!- me dije nuevamente.

Justo cuando me iba a arriesgar, ella volvió a cruzar los brazos. 

Gustavo tomó la mano de Lucía nuevamente y ella confirmó que él no la encontraba indiferente después de todo. Sintió su mirada numerosas veces durante el resto de la cinta y, casi al final, se decidió a confrontarla.

Descubrió unos ojos tiernos y una sonrisa inusitada. Ella sonrió también. Lo habría besado en ese instante, si no fuera por el público entrometido que presenciaría ese arrebato de pasión impulsiva. Aunque, se veía tan sexy peinado para atrás -textual de la Barbie, claramente, me es indiferente el peinado del antisocial éste. 

Se miraron un poco más y luego volvieron sus rostros al frente. Él apretó su mano y ella le devolvió el guiño. Entonces Gustavo se volvió hacia ella y olió su cabello. Reconoció frutas, era un aroma extrañamente familiar.

Recordó que era el olor del shampoo de su hermana. En otros momentos esto lo habría perturbado un poco, pero ese aroma ahora le pertenecía a su nueva conquista, no a su hermana. 

Lo inhaló un poco más, quería conservar ese momento para siempre, quizás esta chica sería especial, tal vez ella finalmente le quitaría lo lobo estepario, cínico y antisocial.

O quizás no.

Aún así, prolongó ese instante de emoción y tensión lo más que pudo.

Término la función y ambos se soltaron. Salieron con el resto del grupo y, aunque él se vio duramente tentado de quedarse en la plaza, pues escuchó que ella permanecería hasta tarde para ver a sus amigas, tenía que regresar el auto antes de las 6:00 de la tarde. Sí, a su madre. Consideró llegar más tarde... ¿Qué podía pasar?

Se despidió.
Madre 1 - Lucía 0.

Al llegar a casa, se dio un baño y fingió para sí mismo que se equivocaba de botella de shampoo y, al tiempo que olía las frutitas con vitamina V1 y queratina provenientes de aquel recipiente morado, recordó la mirada de Lucía al salir del cine y cómo sus ojos sonrieron admitiendo que ella también compartía algo más con él que su pasión por el celuloide.

Y siguió pensando en ella... su nueva musa y futuro tormento, el pobre hombre, infatuado hasta el apéndice, no tiene idea de lo que le espera.

Pero yo sí. 


domingo, 15 de septiembre de 2013

El trono, nada más (AEN)

13 de enero de 2012

Todas han estado ahí.
Esperando a que llegue, que llame, un mail, un whats, lo que sea. 
 
Yo he estado ahí.
Estoy ahí. 

Detesto el mensaje casual. Ese que te hace pensar que la espera no ha sido en vano. Ese momento en que salta tu corazón y sonríes como estúpida, la clásica sonrisa tan amplia como una rebanada de sandía esperando ser devorada. 

Todas esperamos eso...
Ser devoradas.

Hoy me texteaste y caí, como siempre. Dejé de hacer mi trabajo y creo que literalmente mi cerebro entró en hibernación para que mi absoluta atención se concentrara devota, irrevocable e indefinidamente en ti. 

Vivo bajo la premisa de tener attention deficit desorder (ADD). No puedo concentrarme más de 15 minutos en prácticamente nada. 
Me cuesta leer por largos periodos de tiempo.
Me cuesta estudiar para exámenes.
Me cuestan esas juntas laborales con el jefe blablabeando en algo que raya en el arameo a las 9 de la mañana. 

Llevo 1 hora atenta a tus respuestas intermitentes. 
Hasta mi ADD ha caído rendido a ti.
Lo has idiotizado, y de paso a mí.

Y cancelé mis planes. Sólo porque insinuaste tener tiempo de verme porque saldrías temprano del trabajo. 

Hice tiempo en la oficina, que queda cerca de la tuya, por lo menos más que mi casa.

Me retoqué el maquillaje a cada oportunidad o señal de imperfección. 

Imaginé de qué hablaríamos. 
Imaginé tu risa, tus manos, tus ojos.
Imaginé que me robabas un beso. 

Cancelaste.

Inevitablemente me deprimí. 
Me derrumbé.
Me ahogué en dos margaritas y un scotch, acompañada de un colega del área de sistemas. El único disponible a las 9:00 de la noche para ir a malacopear. Me habló de su novia, como siempre. Yo hablé del mío.

Sí.
Del mío.

Y no sé qué hago con este hombre bebiendo y fingiendo que no tenía planes para hoy. A veces pienso que él eres tú en realidad. 

¿Qué hago pensando en ti y no en mi novio?
¿Por qué un mensaje tuyo hace que olvide todo: mi trabajo, mi ADD, mi novio, mi vida completa? 
Lo detesto.

Al final sabemos que nosotras sólo somos un pasatiempo, literalmente, un pasa-tiempo. Estamos ahí, esperando a que algún día tengan un momento para hacernos pensar que todo ese lapso eterno de horas, días, semanas, e incluso meses o años, han pensado en nosotras. 
Que una vale algo en su vida. 
Que una tiene una esperanza.

Mientras tanto, fingimos que no esperamos nada y que seguimos con nuestras vidas. Porque sino pareceremos necesitadas, rogonas, arrastradas, urgidas, perritos falderos, dependientes, stalkers, incondicionales, desesperadas, arrimadas, pobres diablos (¿o diablas?), velitas prendidas, último recurso, you name it!

Y detesto fingir. 

Me han dicho, los que saben de la encrucijada amorosa en la que me encuentro, que deje a mi novio, que no está bien. Aunque hay quien asegura que un clavo saca a otro clavo, o quizás te lo clava más... 

Yo no sé. Supongo que lo estoy averiguando.

Al inicio admito que este dude, mi novio, también abrumó a mi ADD, me enloqueció. Me infatué brutalmente y me creí curada de ti--sí, sigo hablando contigo. 

Eventualmente el hechizo caducó, casi totalmente. Hay chispazos casuales, sí. Pero lo cierto es que la rutina venció, la costumbre se hizo tangible y, como en los últimos años, has recuperado tu trono, tantas veces abdicado. 

Creo que sigo intoxicada de ti, hasta las entrañas de mi materia gris. Incluso la sinapsis más débil pulsa en tu favor. Y mi razocinio es la constante minoría en esta votación, donde tú has robado las pocas casillas de cordura. Ni la democracia mexicana es tan ridícula como la del Mundo de Lucía. Y te diré que el futuro presidente copetudo deja mucho que desear, que le enseñen a hablar, si va a mentir, que lo haga bien. 
Deberías enseñarle tú, tienes que admitir que eres un experto timador.

Y sigo esperando a que me mandes otro whats, que me saques de mi miseria y de esta conversación sobre relaciones fallidas y pormenores laborales. 
Que me digas que siempre sí nos vemos.
Que vengas a reclamar tu trono.
Admito que cada quince minutos volteo a la puerta, esperando verte llegar. Ni siquiera sabes que estoy aquí. ¿Por qué espero tan casi imposible coincidencia?

Y sigo volteando, a la puerta, al celular... 

Pero no hay nada.
Sólo un montón de gente, una cuenta sin pagar y rastros de lágrimas y besos guardados.
Sólo una pantalla fría y vacía, al igual que la verdad, la verdad de que seguiré esperando... 
Porque soy un trono vacío, nada más.

Y Lucía seco una lágrima que amenazó con mojar su teclado. Parpadeó múltiples veces, inútilmente. La tormenta había iniciado de nuevo. Justo cuando pensó que lo había superado, que lo había dejado ir, cayó en cuenta que aún aguarda su regreso. 

Leyó una y otra vez el correo. Corrigió errores de dedo, porque ella tiene perfecta ortografía, sólo ese tipo de errores ha de corregir, junto con uno que otro de redacción. A Lucía se le ha hecho una costumbre escribir cosas como lo que acaban de leer, como si su vida fuera una novela. Lo curioso es que lo es, pero eso sólo ustedes y yo lo sabemos, estimados lectores.

Lloró más. 

Pensó que si lloraba hasta que le explotaran las cuencas de los ojos iba a dejarlo ir finalmente. Como si la deshidratación ocular fuera un síntoma de amnesia sentimental.

Pero sólo lo deseó más. Estuvo a punto de marcarle. No se atrevió. Pensó en marcarle a su novio, pero ¿qué excusa daría a su voz entrecortada?

Vio la pantalla de su Mac, saturada de sus emociones y de la verdad que se ha guardado por meses, porque ella sabe que quien la acompaña ahora no ha llenado el hueco que dejó Él. Y con "Él" me refiero al rufián a quien dedicó aquel correo. El terrorista que la dejó discapacitada en el amor y en su amor propio. 

Aquellos incorrespondidos en el amor son almas que se desangran y caminan heridas por las calles sin las ventajas de otros discapacitados comunes. No les dan incapacidad en el seguro social, no tienen un lugar privilegiado de estacionamiento, no tienen ningún trato especial más allá de la lástima de aquellos que conocen la verdad detrás de sus sonrisas artificiales. 

Y Lucía guardó el correo en la bandeja de borradores, porque nadie es tan valiente o estúpida (según sus propias palabras) para mandar algo así. 

Cerró la computadora, apagó la luz de su recámara y, sin siquiera considerar el lavarse los dientes o ponerse una pijama, se metió en las cobijas y lloró un poco más, lo suficiente para agotar sus últimas energías y caer dormida...

Y frágilmente esperó, antes de desfallecer de tristeza, que todo fuera mejor al día siguiente. 

Lo que pasará mañana sólo creará más conmoción en su corazón, porque Él no le ha dicho algo que cambiará todo entre ellos, quizás para siempre. 

viernes, 30 de agosto de 2013

Jugo en los labios (AEN)

4 de marzo, 2009

Si pueda besarte ahora, te besaría una y otra vez, hasta que no sepa en dónde empiezo o en dónde acabas...

No he podido sacarte de mi mente, te veo en la escuela y sé que me sonrojo. Claramente me han empezado a importar cosas que antes eran insignificantes. Cosas como si combinan mis aretes con mi blusa o si se notan las ojeras debajo de mis lentes. Compré un gloss, de esos de Lancôme que me parecían estúpidamente caros. Lo hice porque me pareció totalmente congruente el argumento de la vendedora. ¿Cuál era? Que nadie resistiría mis labios... 

Hoy usé mi gloss y lo notaste, porque cuando me viste te fijaste en mi boca. En ese momento hubiera colapsado yo al salón entero en un terremoto emocional que nos dejara solos a ti y a mí. No recuerdo de qué era la clase, pero recuerdo el libro que tenías junto a ti, era uno de Woody Allen. Me pareció sumamente sexy que leyeras en inglés. De pronto todo tú me pareces sexy. 

Tu sonrisa breve.
Tus manos inquietas.
Tus convers extrañamente limpios hoy.
Tus ojos que... Fck. Me has sorprendido viéndote como idiota.

Pero te reíste, no de mí, conmigo. O eso me hiciste pensar exitosamente. 

¿Significa que sientes lo mismo? 

Me he imaginado que me dices que quieres probar mi gloss...
Yo te digo que entonces sabrías para quién lo compré. 
Tú me dices ¿ah sí?
Yo te digo sí, porque es de frutitas, como tu shampoo.






viernes, 12 de julio de 2013

Rebeldes en Convers (AEN)


18 de febrero, 2009.

Salí del salón con ganas de vomitar, pese a que no había siquiera desayunado. No pensaba regresar a clase, aunque dejé mis cosas, incluida mi computadora.

Bajé las escaleras, entre corriendo y tratando de pasar desapercibida, fingiendo demencia ante algún saludo casual de cualquier compañero. Mi asco aumentaba, pero sabía que no iba a salir nada de mí, nada más allá de lágrimas.

Volví a ver mi celular, su mensaje seguía ahí, ese texto, esas grafías inertes que seguramente tomaron vida al ver cómo se destrozaba la mía.

"No sé cómo decirte esto, no es como que tenga algún compromiso formal contigo. La cuestión es que ya tengo novia".

Sí, con su perfecta ortografía, así lo escribió.

Me senté en las mesas de la explanada de la Facultad de Medicina. No quería que nadie conocido me viera, así que me fui lo más lejos posible de mi propio edificio. Al parecer escogí bien, no hubo quien cayera en cuenta de que había alguien más ahí, sin bata, sin libros abiertos, sin amigos, sin luz en los ojos.

Una pobre mujer cargando con lágrimas en las pupilas, pero aún sin derramar alguna. Un alma sin palpitar. Detrás de aquellas gafas oscuras se sentía invisible, pero su sonrisa fingida y mueca torcida no engañaban a nadie. Si alguien hubiera reparado su atención en ella se habría dado cuenta de lo miserable que se sentía. Acababa de descubrir que aquél quien le robó el corazón hace meses había finalmente decidido anunciar su reemplazo formal y de la manera más fría y sutil posible.

Pero alguien reparó la mirada en ella.
Alguien desbatado, es decir, "sin bata", alguien que alguna vez tomó su mano en una sala oscura. Él supo de inmediato que era ella, la chica de la risa contagiosa y el cabello recogido de manera peculiar. Pero esta vez ella no estaba riendo. Él intuyó que algo no estaba bien. Recogió su libro, apagó su iPod y se acercó.

-¿Lucía?

La chica se sobresaltó, no esperaba un contacto tan personal mientras se encontraba inmersa entre los fantasmas blancos, absortos en sus textos. Volvió su mirada y se encontró con unos ojos tímidos pero sonrientes.

-¿Gus?
-Sí. ¿Estás bien? ¿Qué haces aquí?
-No sé... ¿tú?
-Vengo a leer, tengo una hora muerta los miércoles y logro concentrarme por acá. No hay nadie que llegue a interrumpirme o personas que llamen mi atención.
-¿Qué lees?
-Tokio Blues.
-No sabía que leías.
-No sabes en realidad muchas cosas de mí. ¿Qué tienes? -Le preguntó mientras le limpiaba una lágrima que asomaba por debajo de sus lentes oscuros.
-Yo... nada, nada. -Mintió mientras se secaba los ojos, sin quitarse las gafas.
-¿Te fue mal en algún examen?
-No, ojalá fuera eso. Saqué 10.
-¡Bien ahí! ¿Entonces?
-Pues... es por alguien. Alguien que he perdido.
-¿Falleció alguien?
-No, no. Alguien... bueno, tú sabes... alguien...

Lucía no pudo más y comenzó a llorar. Él, sin saber realmente qué hacer, la abrazó. Fue un abrazo largo. Mientras ella se desahogaba, él pudo percibir el olor de su cabello, olía a frutas, olía como algo que él conocía...

-Usamos el mismo shampoo.
-¿Qué?
-Sí, es una botella morada, ¿no?
-Ja... sí, me gusta mucho como huele.
-Sí, a mí también. Hueles rico.

Lucía no pudo evitar sonreírle, no sabía si se había sonrojado o no, pero supuso que sus lágrimas ocultarían eso.

-Gracias.

Él la vio de una forma que ella reconoció. La miró igual que el día que estuvieron en el cine y, sin saber por qué, aquella alma recobró su ritmo cardiaco.

-Vamos, déjame invitarte algo. Conozco un lugar cerca.
-¿No tienes clase?
-Puedo faltar hoy, es revisión de examen. ¿Tú? ¿Tienes clase en la siguiente hora?
-Sí, pero no quiero ir. Es repaso para el examen y... como si pudiera poner atención de cualquier manera. Sólo que dejé mi compu en la Sala B.
-Te acompaño.
-Ok.

Y así, sin decir nada más, caminaron juntos de regreso al edificio de Comunicación y Diseño. Y, mientras se alejaban, un embatado se percató de que los rebeldes ajenos a las ciencias puras, calzados en sus Convers, compartían más que el gusto por el shampoo afrutado o los tenis sucios: ambos estuvieron a punto de tomarse de la mano.

lunes, 1 de julio de 2013

30 días (AEN)

11 de noviembre, 2010

Y ahí estaba yo. Otra vez ida. Llevaba más de 30 minutos fingiendo hacer tarea en mi recámara, con la computadora en frente y Facebook abierto en lugar de Word (¿les ha pasado?). Se había hecho de noche, me percaté que me hacía falta iluminación para leer el libro de mercadotecnia que tenía a un lado (cerrado). Me levanté a encender la luz. Y, entonces, tuve otra vez la brillante idea de llamarle. Lo había hecho hace 31 minutos pero... ¿qué más da una segunda llamada (o una cuarta, para ser precisos)?

Marqué. Sonó una vez. Sonó dos...
Colgué. 

Ya, no puedo seguir marcando, que marque él. 

¿Treinta minutos no son suficientes para ver mi llamada perdida y marcarme? 
¿No creen coherente que todo un día es bastante tiempo para apretar 10 dígitos y esperar a que yo conteste? (Que seguramente no será más de 5 segundos porque creo que vivo pegada a este aparato, en espera de una señal de vida de él).

Y no sólo hablo de hoy. No han sido sólo estos 30 minutos, han sido los últimos 30 días. 

El primer día pensé que quizás estaría ocupado. 
El segundo, que estaba a punto de marcar y se quedó sin pila o crédito o las dos. 
El tercero, que probablemente habría perdido u olvidado el celular en algún lado y aún no se lo habían regresado y que, amablemente, la persona que lo tenía en su poder llevaba toooda una bitácora con mis llamadas (obvio...). 
Hoy...
Hoy pienso que seguramente ha sido SECUESTRADO. Sí, debe estar siendo víctima de algún psicópata que juega con su celular y lo molesta cada vez que le marco. Le dice: “Mira, güerito, otra vez tu novia buscándote” (porque, claramente, dice “novia” cuando yo le marco, ¿ven?). 

Debe estar volviéndose loco. 

¿Debería llamar a la policía? ¿A Locatel? ¿A su mamá? No... no puedo llamarle a su mamá. ¿Quién hace eso? 

Lo hice. 

No, no fue secuestrado. 
Sí, está bien. 

Jamás me había sentido tan estúpida. Me alegra haber inventado otro nombre. 

Aunque es obvio que él sabrá que fui YO. (¿A quién quiero engañar? Es evidente que estoy desesperada y que pensará que soy una urgida sin dignidad).

¿Dónde estás?
¿Por qué no contestas?
¿Es muy difícil al menos decir algo?

Podría decirme: 
“Lu, en serio, ya no me marques, no quiero verte más”; o 
“Lu, conocí a alguien, me estoy volviendo loco por esta niña y tus llamadas son bastante inoportunas”; o
“Lu, neta me perturba tu inteligencia y belleza, nunca había conocido a alguien así... No puedo hablar contigo, no te contesto porque no sé qué podría decirle alguien tan ordinario como yo a alguien tan extraordinaria como tú”. 
Ok... eso último no. Pero sería grandioso que ese fuera el pretexto. 

Sonó.

Era Daniel. Carajo (sí, eso pensé). 

-Bueno. 
-Hola, Luciérnagas, ¿qué onda? 
-¡Qué no me digas Luciérnagas! Suena como a renacuajo y verdolagas al mismo tiempo, y detesto ambas cosas. 
-¿Renacuajo? No suena a eso, además, las luciérnagas son lindas. Pequeños insectos brillantes que...
-Genial, soy un insecto. 
-Creí que habías dicho que te gustaban las cosas que brillaban. 
-Pues sí, pero cosas como estrellas, diamantina...
-¿Lentejuelas? Te puedo regalar un vestido de lentejuelas rojas que seguramente harán que Ruperto te llame.
-Es Roberto y, aunque me lo pusiera, él seguramente no...
-¿Sigue sin llamar? Ya Lu, en serio, no vale la pena. 
-Le marqué hoy... a su mamá. 
-O sea, a su casa.
-No, no tengo el de su casa, al celular de su mamá.
-NO hiciste eso.
-Sí, lo hice. 
-Oficialmente olvídate de él entonces.
-Di otro nombre. 
-¿Cuál? ¿Luciérnagas?
-No.
-Lu, es obvio que él sabrá que fuiste tú, digo... hay identificadores de llamada en los celulares y, de cualquier forma, con el típico argumento de “hola, señora, quería saber si su hijo está bien porque no me ha contestado el teléfono en días y no sea que lo hayan secuestrado...”
-No dije eso. Dije que era para una tarea.
-¿En la universidad? ¿Quién llama a la madre de alguien para eso? Ah... espera, tú. 
-Creo que voy a dejar que me arrolle el tren que pasa a un par de kilómetros de mi casa. 
-¿Hablas del metro? Por favor, ya deja de hacerte la sufrida. Ese güey no vale la pena, ¿cómo pudo dejar de hablarte así nada más, sin ningún motivo? Y tú... todavía llamándole a su madre. Lu, quiérete un poco, por fa. 
-No entiendo... La última vez que nos vimos todo estuvo bien. 
-Eso te pasa por andar dando las nalgas. 
-¿Qué cosa?
-Es una expresión, boba. 
-Sí sé que es una expresión.
-Bien, pues ya lo tienes. Creo que es obvio que este tipo sólo quería tu “tesorito”. 
-No te debí haber contado. ¿Crees que fue eso? Sólo... ¿me usó?
-Me cagan estos güeyes. Primero tú no quieres nada con ellos y ahí andan, duro y dale, duro y dale. Les das un sí, casi por lástima. Luego van y te seducen... les das otro sí, uno más íntimo y... ¡bum! Le dan una, dos, tres veces y desaparecen. Y sabes que Lu, ¿sabes qué es lo peor? Que tú NO lo quieres aceptar. Ya hemos hablado de esto miles de veces, sobre todo después de las primeras dos semanas. ¿Qué estás esperando? Creo que un mes es suficiente para contactar a alguien. Tiene tu número, sabe dónde estudias, donde vives... En serio que se te metió hasta las entrañas este pendejo. Y no me digas que no le diga así.
-Soy una estúpida. 
-Oye, calma. La neta no debiste llamar a su madre pero no seas tan dura contigo misma. Por cierto... ¿de dónde sacaste su teléfono? En verdad que eres bien stalker
-Cálmate, lo tenía de una vez que me pidió el cel para marcarle. 
-¡Ah mira..!
-¿Qué? Cualquiera guarda esas cosas...
-¿En serio?
-¡Ya! ¿Si? No lo entiendo. No puedo pensar en otra cosa. Todos los días me despierto esperando que mi celular vibre y sea él. No puedo dormir. Lloro todo el tiempo. El sábado lloré viendo Bridget Jones, ¡Bridget Jones! He perdido la cuenta de cuántas veces checo su Facebook. 
-¿No lo habías bloqueado ya?
-No, te dije eso para que me dejarás en paz. Hoy lo taggearon, con unos amigos y está junto a una chava...
-Lu, ya, párale. Deja de ver esas cosas, por favor. Ese tipo no piensa en ti y le vale madres. ¿No te das cuenta que para él ya no significas nada? 
-¿Nada?
-Nada. No sigas guardando estas esperanzas. No quiero ser duro contigo pero es la verdad. Si un hombre te quiere, te va a buscar él. 
-Pero me dijo que me quería, debiste ver cómo me miró la última vez que salimos... 
-Ya me lo has dicho y ¿te digo una cosa? Los hombres pueden fingir esas cosas. No te fíes de las miradas de nadie.
-No es cierto, no puedes fingir eso. Los ojos son el espejo del alma.
-No mames, Lu. Eso aplica quizás para ti que neta no puedes ni fingir para copiar en un examen, pero no, los ojos de Roberto no son el espejo de su alma, si es que el cabrón tiene. Mira, yo lo he hecho, he fingido que quiero a alguien y me dijo eso, esa misma frase, y que yo la vi de una forma que claramente la hizo sentir amada...
-¿Qué? ¿Tú le hiciste eso a alguien? 
-No, bueno, sí, lo hice, pero no es lo que crees. 
-¿A no? ¿Entonces qué debo creer? Todos son iguales, nosotras sólo somos un juego, una partida qué ganar. Todo lo puedo comparar al fútbol, porque eso, además de coger, es lo único que les importa a ustedes. 
-¿Dijiste coger?
-Todo es meter un maldito gol. Meterse hasta la portería y si en el camino nos destrozan, les vale.
-Hey, Lu, ya, ¡cálmate! Yo sólo trato de ser sincero contigo y sabes que no sigo casi el fut, no metaforeés de fut conmigo. Mira, no puedo decirte ahora porqué hice eso...
-Sabes, no me interesa. Ya. Es tu vida, Daniel. No tienes que venir a contarme nada. No sé por qué te conté yo todo esto.
-Porque somos amigos...
-¿Lo somos? ¿Por qué no me has presentado a tu novia entonces?
-Cortamos, ¿ok?
-¿Qué? 
-Sí... hace dos semanas. No te dije porque ya bastante tenías con lo de este güey.
-Dan, en serio no sabía... yo... lo siento.
-Ya... no fue nada. Ya todo andaba mal de cualquier forma. 
-¿Fue a ella a la que viste con ojos de amor fingidos?
-No... la chava que vi así fue en la prepa. Y tampoco estoy orgulloso de eso. Era sólo un ejemplo de que puede hacerse. 
-Bueno... está bien. Disculpa que te juzgué. Pero esque no puedo creer que mientan así para usar a alguien y... 
-Calma. Mira, me está entrando otra llamada, pero mañana platicamos de esto y hasta planeamos alguna forma de vengarnos de este pelelé. 
-¿Pelelé?
-Nada te parece, siempre me regañas de ser mal hablado y ahora te molesta pelelé...
-Ok, ok, pelelé está bien. 
-Debo irme.
-Hablamos mañana. ¿Seguro que estás bien por lo de Marina?
-Sí, no te preocupes, mañana te digo todo. Te quiero.
-Yo a ti.
-Bye.
-Bye.

Dejé el celular y me sentí un poco mejor. Supongo que es de esos momentos en los que un poco de apoyo moral te hacen sentir que ya superaste al susodicho en cuestión. Claro que... ese sentimiento nunca dura el tiempo suficiente. 

Abrí el libro de mercadotecnia, leí el primer párrafo y no entendí nada. Volví a leer y sólo pude pensar en la última vez que lo vi. Nos habíamos besado por una hora en mi auto...

Volvió a sonar.

Sí, era Daniel. Sí, otra vez.

-¿Qué onda?
-Lu, lo olvidé. Te llamé para ver cómo ibas con la expo, porque no quiero desvelarme otra vez. ¿Ya terminaste tu parte?

No... no había ni empezado, me había pasado toda la tarde viendo fotos de Roberto y haciendo conjeturas de porqué no me había llamado, mientras escuchaba música para cortarme las venas. 

-Sí... ya casi. Te la mando en un ratito. 
-Ok, pero que no pase de las nueve, por fa.
-(F-ck!) Ok, no te preocupes.
-Vale, te quiero.
-Yo a ti.
-Bye.
-Bye.

Bueno, al menos ya no tengo más tiempo para perder en Roberto. Mañana, quizás.

La mandé después de las doce.
Y, además de que Daniel seguramente no me dirigirá la palabra mañana, me van a reprobar en la exposición, son las tres de la mañana y sigo sin dormir. Sí, ya saben porqué. 

lunes, 24 de junio de 2013

Entre cartas y mails 1 (AEN)


08.08.2015

Me llamaste desde Nueva York.

No sé ni cómo empezó. 
No sé cómo detenerlo. 

La volví a ver hoy, la película que me recuerda a ti, bueno... esa puede resultar una descripción ambigua si pienso en el número de cintas que te cristalizan en mi mente. No pienso que sea yo masoquista. Me gusta pensar que más bien soy romántica, un ser humano con alma de artista, de escritora. Alguien que no puede simplemente vivir como la gente normal, un alma que está en busca de nuevas cosas: sabores, olores, dolores, placeres, memorias y pasiones. 

Pasión. 

Sigo sin explicarme qué me hiciste. Ya te lo he dicho, yo nunca quise esto. Sólo fue un mes, quizás un poco más, ocho años después... eres el aire mismo. No puedo verte, no puedo olerte, tocarte... Pero te siento, por todos lados. Sin aire no he de sobrevivir, ¿podré sin ti?

Te amo. 

Sí, tengo ya que decírtelo. Nos he visto, en mis sueños, sueños que he sentido reales más de una vez. Y me amas. Tus ojos me ven como si no hubiera nadie más. Me tomas, como si fuera la primera vez, la última, y yo te amo a cambio, para siempre. No hay más dudas, ni búsquedas. 

Nos encontramos.

No sé qué más puedo ya decirte. Te he dicho todo. Sabes que he escrito de mil maneras para hacerte saber lo que pienso, lo que siento, lo que espero. Pero nunca has hecho nada, nada como lo que yo he hecho. 

No sé si tú manejarías en medio de la noche para encontrarme. No sé si tú escribirías irracionalidades para atraer mi atención, mi opinión o admiración. No sé si tú dejarías a la única persona que quizás te ha amado sinceramente por mí. No sé si tú serías para siempre, o si al menos lo intentarías. 

Nunca ha sido el momento ideal. ¿Acaso eso existe? Mi oficio me ha enseñado que las historias más entrañables están llenas de decisiones complejas. Del todo por el todo, del todo por la nada. Si mi vida fuera una novela, un cuento, un guión; si mi vida me pidiera decidir mañana... 

¿Tú lo harías?

Entonces entiendo que no. Probablemente... Nunca.

Sería tuya, lo sé, lo he visto. 
Me sentiría como aire a tu lado. Viva, ligera, libre, inmensa, espontánea. Respiraría de ti, por ti. 
Nunca ha habido alguien tan especial. No para mí. Pero tengo miedo, porque te conozco bien. 
Ya me has roto. He recogido las astillas de mi propio corazón múltiples ocasiones, esperando que algún día mi alma sane, de una vez por todas. 
Lo harías de nuevo. 
Quizás lo haría yo. 

No puedo. 
No me siento fuerte. 
Él me ama demasiado, él ha hecho todo lo que tú no hiciste nunca y que probablemente no harás. Porque lo has hecho por otras, todos estos años, pero no por mí, nunca ha sido por mí. 
No merece esto. Ni tu mereces lo que quiero para nosotros. 

Te amo.
Sin palabras, sin cadenas, sin tiempo. 

Pudimos ser... Pudimos ser. 

Y el aire, el aire no se extingue. 

Lu